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jgeg123's avatar
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¿Cómo empezar a escribir? Todos los escritores del pasado debieron experimentar esto al tener la hoja en blanco frente a ellos, puedo imaginarlos ahora, un escape más de mi mente a esta realidad, allí sentados en su estudio frente a sus infernales computadoras, con un montón de papeles de los meses o hasta años que estuvieron investigando para darle realismo a sus creaciones de fantasía y ensoñación amenazándolos con aplastarlos en cualquier momento, recordando tragedias que alimentaron sus títulos, averiguando sobre las cientos de enfermedades que aquejaban a la humanidad en aquel entonces, cáncer, SIDA, virus mortales transportados por esos pequeños agentes transmisores que eran los mosquitos, otros teniendo pesadillas sobre enfermedades nuevas que pasaban de persona a persona con el mero acto de tomar sus manos, besarse, hacer el amor, incluso al toparse con accidente con alguien infectado, o también pensando con desastres que acabarían en segundos con ciudades enteras, los más osados imaginaron eventos o fenómenos que destrozaran y rasgaran la tierra cambiándola para siempre.

Me resulta imposible imaginar que dirían ellos de esto, de esta realidad que supero sus más febriles creaciones, ¿de qué hablo? Es estúpido solo pensarlo, ¿Quién que pueda encontrarme no sabe de eso? ¿Algún ser humano no se dio cuenta de aquello? Bueno, paso y muy pocos se dieron cuenta, incluso yo mismo no me di cuenta de cómo ocurrió, solo espero que quien pueda encontrar esto sabrá más que yo de aquella cosa que nos dejó dónde estamos, ¿Encontrarlo? si, no tengo la seguridad de legarle a alguien lo que este viejo lapicero y este puño de papel tendrán escrito, al menos estoy seguro que  la única esperanza es que alguien en algún momento logre encontrar estas páginas que me encargare de ir guardando conforme las termine de escribir en mi caja de supervivencia al fondo de mi mochila, hoy está vacía y comenzaba a considerar el abandonarla por allí, después de todo, una caja capaz de soportar golpes, caídas, el sol y la lluvia no es para nada útil si no tienes que ponerle adentro, ahora solo guardo un estetoscopio y un baumanometro, tienen tanto espacio libre que no les vendría mal algo de compañía.

Recuerdo que antes, cuando el mundo era aquel lugar donde cada cinco segundos te topabas con alguien, había comida en cada esquina, las ciudades eran tan grandes que abarcaban varios de kilómetros que podíamos subir a un vehículo para ir de un lado al otro, el agua potable era una realidad cotidiana para la mayoría de las personas no había lugar en ella para nada, cerillos, vendas, mantas térmicas, luces de emergencia, férulas de todo tipo, pedernal, medicamentos, un equipo modesto de cirugía junto a un manual de emergencias médicas que hacia poner verde de envidia a las guías telefónicas, pastillas potabilizadoras, hasta pastillas anti radiación guardaba en ella, la envidia de cualquier rescatista de alta montaña o de zonas especiales, siempre lista en el bolsillo del fondo de mi mochila por si algún desastre natural me atrapaba, si algo ocurría que me hiciera quedarme a la suerte del cielo, tendría las herramientas necesarias para esperar a que me ayudaran, me convertí en la burla del barrio cuando un niño, extrañas creaturas capaces de despertar tanto encono como ternura en los más rudos de los rudos, en uno de sus juegos la encontró y la comenzó a pasear sintiéndose un soldado de las fuerzas especiales gritando que los mataría a todos zangoloteando un embace de gel con alcohol como si fuera una granada, usando el bastón de montañismo como si fuera un rifle de asalto, aunque un simple bastón de montaña es más que dañino en las manos de quien cree que es un juguete, aún recuerdo la risa de la mayoría de ellos, de aquellas señoras que se reunían todas las mañanas a soltar veneno de quienes no estaban presentes, de aquellos vecinos que me repetían hasta cansarse “tienes que ubicarte en la realidad” era hasta cierto punto ridículo, la realidad que señoreaban y me restregaban en la cara no era más familiar para mí que los valles de marte para ellos, y a pesar de eso la entendía a la perfección, solo una ilusión colgada de un delgado hilo que todos pensaban era de acero, licores traídos desde el otro lado del mundo los emborrachaban cada fin de semana, todos alardeaban de sus “viernes sociales” que comenzaban a ensayar desde el Jueves, “viernes chico, vaso chico, ensayo general” decían burlonamente para los que no podíamos permitirnos gastar nuestro dinero en licores exóticos, aunque no era ajeno a ellos y los disfrutaba, quizás más, en especial los orientales, curiosamente nunca pude imitar de nuevo el sabor del Sake, una bebida alcohólica de un lejano país llamado Japón, dentro de mí, espero que aun exista por allá algún sabio artesano que nos regrese el secreto de su preparación, la nostalgia me está arrastrando, recordar cómo era todo es un hermoso sueño del que es difícil salir cuando te atrapa, ¿Qué no daría yo por volver a ver a ese vecino gordo, pálido y mal encarado que se sentía el rey de la colina solo por tener unas cuantas monedas más que los demás, lo que le ocurrió no fue un misterio, lo encontré, o más bien lo que quedaba de él en los restos de su casa, una pila de huesos aun abrazada a una bolsa de dinero en efectivo, con un rifle al que termine dándole buen uso aun colgando de su hombro, aun puedo recordar el chasquido que hizo su hombro cuando arranque el rifle, su familia, eso sí fue un misterio, no encontré nada de ellos, los closets de la esposa y las hijas estaban llenos de sus cosas, nada útil en realidad, ropa y zapatos caros que no serían cómodos para las largas caminatas que les esperaban, quizás fueron más listas que la cabeza de su familia y escaparon cuando la demencia de aquel hombre fue evidente, esperanza, si, es una bonita palabra, pero es un más bello sentimiento, eso fue lo que me permitió ignorar el cuerpo medio comido por las ratas, hacía mucho que hasta los roedores se habían batido en retirada, después de todo, siempre serán las primeras en abandonar el barco condenado, para mi desgracia la bolsa apestaba a carne putrefacta, y lo que tenía adentro, no existe nadie que le dé un valor a las aleaciones de las monedas, y el material de los billetes, en realidad es muy útil para iniciar un fuego, pero ese olor, nadie querría caminar a campo abierto oliendo a carroña, siempre atrae a esas cosas que parecen gritar a los cuatro vientos “aquí hay algo que comer” antes, tomar un baño era considerado un mero acto de higiene, ahora, si tienes un olor muy penetrante estarás jugando una apuesta muy arriesgada entre ser cazado o cazar.

Que locura, en aquel entonces yo solo pensaba en algún sismo, un huracán, o una inundación, quizás una caída de la economía que nos dejara sin poder comprar alimentos durante una temporada aceptable, mi casa, la que era mi casa, tenía un huerto donde tenía árboles frutales y un pequeño invernadero donde todo el año tenia tomates, lechugas, zanahorias y otras legumbres, si eso pasaba, yo solo tendría que preocuparme por mantenerme oculto y solo salir a re abastecerme, y “hacerme cargo de quien me quisiera robar” para mi fortuna tenia conservas escondidas y suficientes semillas para unos años, o eso pensaba, cuando la gente se dio cuenta de que era lo que pasaba, ni siquiera las raíces de los arboles dejaron, en menos de tres meses acabaron con todo lo que podían, y entre ellos, de nada sirvió que estuviera bien escondido mi invernadero en un pequeño bosque a las afueras de la ciudad, el pánico se apodero de todos, no dejaron piedra sin voltear, tanto que hasta temí descubrieran mi refugio, aunque fue un acierto de mi parte esconder la puerta usando concreto y piedras, aun me siento orgulloso de que quien pasara junto a ella pensaría que no era más que una pared rocosa, use una cueva natural para construir mi refugio, “mi casa del árbol con asteroides” como lo llamo despectivamente la que era mi novia y prometida, claro que después de descubrir mi “pasatiempo” se alejó de mi como si tuviera la peste bubónica, bueno, con eso logre que mis suministros duraran el doble de lo que habrían durado, aunque la soledad no deja de pesarme, quizás sea que por eso aún me siento humano, por ese deseo de sentirme acompañado, aunque, quizás sea más el deseo genético de “perpetuar la especie” el que me quiere controlar, el que me hace añorar cada noche el suave cuerpo y calor de una compañera, aunque en realidad sería bueno un perico con quien poder hablar, si es que aún recuerdo cómo hacerlo bien, aun es confuso y se siente que han pasado muchos años aunque en realidad solo es mi fatiga la que habla por mi, ¿Cómo inicio todo? Si después de mi hay más personas, será su misión averiguarlo.

Aunque siempre alardee de una gran mente científica, me es insuficiente para explicarme lo que paso, solo puedo hacer conjeturas, y nada más, recuerdo que el primer día salí corriendo como era mi costumbre para ir a trabajar, un mal habito que se me arraigo desde que había logrado comprar un auto, las luces de la calle seguían encendidas, el tráfico de los demás que también se dirigían a trabajar era el normal, las mujeres llevaban a los niños a clases como cada mañana, nada parecía estar fuera de lugar, o más bien casi nada, me detuve en un paso de la vía al escuchar un tren que se aproximaba, me tranquilice, por lo obscuro que estaba, no me había quedado dormido de nuevo, puse la palanca de cambios en neutral y jale el freno de mano, oprimí el encendedor y saque un cigarro, abrí mi ventanilla mientras el tren comenzaba a pasar frente a mi con el acostumbrado ruido del metal de los vagones al rozar los rieles, aún recuerdo ese habito, todo el mundo me decía que me estaba matando, que era tantas cosas que me aburre solo tratar de recordarlas, saque el humo y recargue mi cabeza sobre el asiento.

–Que hermosas estrellas- dije al ver el hermoso cielo lleno de estrellas, claro y despejado, sin una sola nube. 

–Madrugaste, empiezas a trabajar a las ocho- dije al ver esas hermosas estrellas, tan claras que parecían ser irreales, un hermoso camino de luz recorría el cielo de norte a sur, y esa enorme y hermosa nebulosa casi sobre mi cabeza tan grande y brillante como la luna llena, el cigarro debió caer de mi boca en quien sabe qué lugar, mire mi reloj 8:30 AM.

-¿Dónde está el sol?- me repetía sin parar en la cabeza, baje de mi auto y comencé a ver como loco a todas partes, buscando entre las estrellas alguna que me fuera remotamente familiar, nada.

-¿Qué demonios está pasando?- buscaba y buscaba alguna señal de que solo me había despertado muy temprano y que mi reloj no tenía ya batería, ¿sería mala o buena suerte que fuera un reloj mecánico? las constelaciones, tan familiares para los que acostumbramos ver el cielo con un telescopio habían desaparecido, no se trataba de un eclipse, simplemente el sol no estaba en su lugar, ni las estrellas, ni yo, “¡muévete inútil!” me gritaban los que estaban atrás de mí, los mire y quizás el pánico en mi rostro los hizo pensar que estaba desquiciado, subí rápidamente a mi auto, di la vuelta en U y corrí al primer centro comercial que encontré, vacié mi cartera y el dinero que tenía escondido debajo del asiento comprando más agua y comida enlatada de la que podría cargar en mi carcacha, cuando intente hacer un cargo a mi tarjeta de crédito, fue cuando mi paranoia se disparó.

–No pasa, creo que no tiene señal el aparato- me dijo la cajera sin mucho encanto, le sonreí y pague lo que pude, al final solo le di prioridad a la comida enlatada, “municiones” brinco en mi cabeza esa palabra, nunca me gustaron ni me gustaran las armas de fuego, pero en ese momento mi instinto me dijo “carga con todo” por fin llegue, no a mi casa, a mi refugio, vacié mis compras de pánico y regrese a casa, solo por costumbre encendí la televisión, mientras metía todo lo que encontraba en un costal comencé a escuchar como la reportera señalaba la extrañeza de que “aún no hubiera amanecido” me maldije.

-Si no consigo cosas ahora, ya no encontrare nada- rodé con los últimos de mis ahorros de tienda en tienda buscando cualquier cosa que me pudiera ser útil, deje para el final la tienda donde siempre compraba mis “juguetes” al entrar, los dependientes Don Goyo y Nicolás se me quedaron viendo, ya me conocían y eran un poco más abiertos de mente, no hizo falta mucho, bajaron las cortinas y mientras Nico cargaba la 4X4 de Don Goyo con todo el stock de la tienda, yo tomaba un arco y varias cajas de flechas, ellos tenían un refugio donde acostumbraban llevar de vez en cuando a algunos amigos a pescar, las truchas de ese lago eran deliciosas, Don Goyo me ofreció un rifle y varias cajas de munición, le señale que no tenía suficiente para pagarlas, apretó el rifle contra mi pecho y señalo un montón de cajas de munición en un rincón.

–Sabes que eso ya no será útil- nos despedimos con un saludo militar que cualquier comandante nos reprocharía por usar, y tomamos caminos separados, no sé qué fue de ellos, quizás estén como yo, viajando al norte, buscando algún lugar que esté libre de “langostas” como llame a los grupos que se organizaron en las primeras semanas de la crisis, grandes nubes de gente que avanzan arrasando con todo a su paso, si, la masa da seguridad, pero quita los rastros de civilización muy rápidamente, se comportan como si estuvieran infectados de la plaga esa enfermedad que, no, las cosas tendré que contarlas como fueron ocurriendo, el mundo se convirtió en un caos que muy pocos podrán entender, aunque, esos pocos que logren sobrevivir habrán visto quizás mas que yo.

durante las primeras horas la gente ni siquiera noto que algo había pasado, solo unos cuantos fueron notándolo conforme avanzaron las horas, para el “medio día” ya todos habían entrado en pánico, los accidentes eran en cada esquina, padres o madres de familia desesperados por ir a rescatar a sus hijos de las escuelas provocaban gritos de terror a su paso mientras arroyaban a los que no tenían un vehículo pesado, yo estaba parado en mi refugio mirando hacia abajo como comenzaban a elevarse las llamas de muchos incendios en la ciudad, una gran explosión ilumino la noche por poco tiempo, y finalmente, el sol comenzó a subir, a las siete de la noche, no tardarían en comenzar a buscar la seguridad fuera de las ciudades, regrese a mi refugio, y cerré la puerta poniendo una gruesa tranca para cerrarla por dentro, si alguien se le ocurría golpearla, sería solo un muro de roca, al principio me senté en la obscuridad, no quería que el ruido de mi generador fuera a ser escuchado, así que revise si aún había suministro eléctrico, prender el televisor fue casi terapéutico, las noticias eran confusas, aunque hacían su mejor esfuerzo por evitar que la gente entrara en pánico, no sirvió de mucho, en las calles nadie tenía nada inteligente siguiera que decir, muchos gritaban sobre biblias y libros sagrados, otros perdían el control por la “psicosis del cambio de horario” pero como siempre no faltaron los que aprovecharon el caos para extraer todo lo que podían, televisiones, DVDs, refrigeradores, autos deportivos, llantas, rines, etc, tirando al suelo y pisoteando los alimentos en su loca carrera por la ultima pantalla de Tv o articulo de “moda” al verlos comencé a reír de manera extraña, como aquel villano de las historias cuando ve su plan salir perfecto y los héroes no tienen la más mínima oportunidad de ganar, sentí miedo de mí mismo, estaba sintiendo todas las emociones juntas, miedo, incertidumbre, lagrimas, risa, y una condenada autosatisfacción que no sentí fuera buena ante los acontecimientos, sentía culpa de estar allí encerrado en mi cuarto de pánico personal, pero no salí de allí.
Saludos amigos!

como siempre a destiempo, pero este es un proyecto que decidi empezar este año nuevo, espero les guste y pueda seguirlo hasta el final
© 2016 - 2024 jgeg123
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Clap  Fuera de lo acostumbrado desde que comencé a leer tu trabajo, es uno de los capítulos más 'oscuros' y con más énfasis en la capacidad humana en circunstancias extremas, el sinsentido que adquieren las cosas que actualmente 'apreciamos'... en fin, un relato que gustoso leería hasta su final con ansias de 'ver' el desarrollo de las circunstancias.
Agradezco tu esfuerzo por mejorar en tus escritos, y quién sabe, como van las cosas si mejoras la ortografía y sintaxis de lo que haces, no solo transmitirás las palabras o párrafos, ni siquiera sentimientos. También vida. 
Saludos.